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9 de Junio del 2006
Pingüinofobia / Pingüinofilia
por
Andrés Monares
Más de un mes demoró el gobierno en reaccionar respecto al movimiento
escolar. Seguramente nadie en La Moneda o la Concertación tomó en serio
a unos “mocosos” que sólo estarían jugando a la política. Craso error.
En el intertanto el movimiento creció, tomó fuerza y concitó amplia
adhesión. La respuesta del gobierno sólo llegó luego de movilizaciones
en que a través del país miles de escolares se declararon en paro, se
tomaron sus liceos y después que dio la vuelta al mundo la violenta
represión policial en democracia.
Finalmente, el equipo político de lujo de la presidenta optó
—como lo pedían unos tramitados jóvenes— porque el ministro Zilic
negociara en persona. Además, por cadena nacional Bachelet dijo lo que
era de esperar: sin tocar los temas de fondo, dejó encima de la mesa un
ofertón de supuestas buenas intenciones, promesas y más plata. Pero,
los escolares demostraron una vez más que están a la altura de las
circunstancias y rechazaron el ofertón. Su movimiento no es simplemente
por las chauchas: por eso piden la derogación de la Ley Orgánica
Constitucional de Enseñanza (LOCE).
El equipo político de La Moneda, y tal vez la propia
presidenta, no habían entendido nada. Pues, si bien es cierto, la
crisis de la educación en Chile pasa por una mayor asignación de
recursos y la eficiencia en su utilización, el movimiento escolar ha
sido claro en destacar su rechazo a la LOCE. Los jóvenes han tenido la
claridad de mostrar que la desigualdad en el país no es sólo una
cuestión económica; sino, principalmente política. Que en tanto un
derecho, la educación es un problema de todos los chilenos y no sólo de
los educandos, sus apoderados o los profesores.
Luego de años de pasar desapercibida, fueron los escolares los
que han sacado la LOCE a la luz pública. Desde que fue elegido el
primer gobierno de la Concertación, casi nadie se había acordado o se
había querido acordar de ella. Mientras, estudio tras estudio sobre
educación mostraba cómo iba cayendo en todos sus niveles la calidad y
diversos sectores iban acumulando las quejas sobre nuestro modelo
educacional-comercial. Sin embargo, la LOCE, la piedra angular de ese
modelo seguía en el anonimato. Por su parte, el oficialismo nos mareaba
ufanándose del aumento de cobertura.
Qué importa la decadencia de la calidad a los comerciantes de
la educación, si el aumento de cobertura —el tener cada vez más
“clientes” — los ha hecho ganar dinero a manos llenas en el negocio de
los colegios, centros de formación técnica, institutos profesionales y
universidades. Sin embargo, hay un detalle para nada pequeño que
explica la desaparición de la LOCE del espacio público: esos
comerciantes pertenecen a todo el espectro político. Es más, tienen
entre sus filas a connotados miembros de las dos derechas, a sus
parientes, amigos y socios.
Asimismo, la educación-negocio o el negocio de la educación
que inició la dictadura y mantuvieron sus administradores democráticos,
incluso se ha legitimado más allá del círculo de los comerciantes de la
enseñanza. En todos estos años ni el magisterio, ni los estudiantes ni
académicos de educación superior se han acordado de la LOCE (salvo
honrosas y aisladas excepciones). Las reinvindicaciones se han limitado
al financiamiento. Hemos quedado cautivos de dos falaces y estrechos
discursos: el tecnocrático que acentúa como único camino la eficiencia
en la asignación de recursos y el pseudo filosófico-democrático que
raja vestiduras por la libertad de enseñanza.
Tuvieron que pasar todos estos años para que los adolescentes
nos abrieran los ojos. Los tiernos frutos del modelo
educacional-comercial chileno han venido a desperezarnos, a recordarnos
que la medida de lo posible la deben fijar los ciudadanos. Los “cabros
chicos” nos están dando clases y evidencian el significado de lo que es
voluntad política. Esa que no ha tenido —como en tantos otros aspectos—
una Concertación “realista”, la cual ahora se esconde en los cuatro
séptimos requeridos para derogar la LOCE. Mas, ¿habían pensado
seriamente en esa posibilidad alguna vez?
El más relevante especialista en educación de esa “izquierda”,
José Joaquín Brunner, ha sido claro: la educación, como toda mercancía,
debe quedar en manos del “sistema de mercado” y no depender de una
“política”. En aquél, “los problemas no se ‘subsanan’ en el sentido
tradicional de la palabra en que uno hacía una intervención burocrática
(...) No, va encontrando resultantes”. Así, por ejemplo, al problema de
cuántos profesionales producirá un sistema de educación-negocio,
responde: “No tengo idea. Va a producir lo que la fuerza de la demanda
y de la oferta determine y cuanto cubra el sistema de crédito”.
El apoyo al modelo educacional-comercial chileno también es sostenido
por muchos medios, que no son más que los propagandistas y
relacionadores públicos de los poderosos. El fondo del problema lo van
dejando en el olvido, al tiempo que hacen de la movilización sinónimo
de violencia, encapuchados o saqueos. Es esperable ahora una campaña
rechazando la politización y el maximalismo de los estudiantes por no
aceptar el ofertón presidencial. Ojalá que los estudiantes sean capaces
de aguantar el chaparrón que se les viene y las “máquinas” que
intentarán dividirlos y restarles apoyo del resto de la sociedad (…y el
Mundial, que será usado para dejarlos en el olvido, encerrados en sus
tomas).
Para terminar me quedan dos dudas. La primera sobre la
evidente crisis de representatividad de los partidos: ¿a quiénes
representan la Concertación y la Alianza cuando siguen defendiendo algo
que es rechazado por una gran mayoría de ciudadanos?, ¿es que acaso
este no es un “problema real de la gente”?, ¿serán tan sordos como con
el divorcio o el royalty?. La segunda duda es si no se habrá
traspapelado la medida Nro. 37 para los primeros cien días del gobierno
de Bachelet. Dicen que esa justamente abordaba con un perfil socialista
el problema de la educación: proponía derogar la LOCE y volver al
estado docente.
(Las citas de Brunner son del libro “La privatización de las
universidades. Una historia de dinero, poder e influencias” de María
Olivia Mönckeberg. Los nombres relacionados a ese negocio explican el
mínimo eco que el libro ha tenido en los medios y la obstinación del
poder por ignorar la LOCE).
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